Identidad y Voluntad Unitaria: el rol de las primarias.
Existen condiciones mínimas para organizar primarias que satisfagan los estándares democráticos y contribuyan a legitimar los procesos de representación y no terminen siendo un procedimiento vacío y sólo buscado para no perder cámaras frente a los contendores. En la coyuntura, no todos los actores políticos las están cumpliendo o han manifestado voluntad de concurrir a este tipo de procedimiento, que entrega a la ciudadanía la posibilidad de elegir a quiénes los representarán.
El estado actual de la representación en Chile está en plena reconfiguración, tanto hacia las derechas como hacia los sectores progresistas. En esto siguen resonando inexplicablemente juicios diferenciados sobre el golpe de estado de 1973 -como pudimos ver en los recientes días- , o asoman debates sobre las causas del estallido de 2018 y sus efectos. También hay debates sobre la necesidad de avances o retrocesos en derechos sociales, y evaluaciones de los potenciales aliados en eventos recientes o en los gobiernos que han encabezado, acusándose mutuamente de valientes o cobardes, o de desgastados o novedosos.
Sin duda que esta reconfiguración tiene que ver con procesos de calado profundo, pero en la actual coyuntura esta se manifiesta en la voluntad de organizar procesos muy concretos de constitución de alternativas políticas y en ello, un mecanismo como las primarias es altamente significativo.
En general se observa que hacia las derechas se vive una intensa atomización, cuya expresión es la imposibilidad de constituir una primaria que les permita elegir un liderazgo único. Claramente no existe la voluntad de constituir un proyecto común, es más, el sector extremo de la derecha apuesta por reemplazar a la que llama la "derechita cobarde". Por otra parte, la derecha tradicional, presionada por el riesgo de ser reemplazada, empuja unas primarias construidas a la fuerza y que no contribuyen a la legitimidad de este mecanismo, en tanto se las concibe como un instrumento no centrado en dotar de poder a la ciudadanía, sino como mecanismo para no desaparecer del debate. Están contribuyendo a deslegitimar las primarias, forzando renuncias de militantes para intentar explicar que ya ungieron a un liderazgo, pero que hoy lo sienten amenazado.
Por el lado de los sectores progresistas, se ha visto voluntad de convergencia que se puede entender como expresión, no siempre fácil cuando se comparten responsabilidades de gobierno, de aprendizajes en donde las diferencias tanto histórico-generacionales, como de principios o incluso de aproximaciones a políticas públicas, se ponen a disposición de la ciudadanía para converger a una estrategia común y un candidato que las represente frente a la ciudadanía. Sin embargo, ello no asegura éxito, ni electoral ni de constitución de un proyecto común. Se requiere el despliegue de miradas de sociedad, ya no sólo en principios generales, sino en formas concretas de llevarlas a la práctica y lograr vincular esta movilización -centrada principalmente en el activo político-, con las subjetividades sociales que hoy ordenan las necesidades de protección de amplias capas de la ciudadanía que se sienten lejanas de "los políticos". Mientras esta última dicotomía no se resuelva, ni el éxito electoral ni el de proyecto lograrán consistencia.
Cuidar el mecanismo de las primarias es un deber inexcusable de los actores de la política.